Un pequeño homenaje a Joy Laville

Existen artistas con los que nos topamos en diversas ocasiones y nunca nos damos un tiempo para investigarlos, así me sucedió con el trabajo de Joy Laville, que por mucho tiempo embellecieron los libros de Jorge Ibargüengoitia, su esposo, en la colección de Booket Planeta.

Y como sucede en la vida, hasta después de la muerte nos interesa entablar un diálogo con aquellos que nos han dejado y la mención de Ibargüengoitia es que fue ahí donde la conocí y hasta investigar un poco descubrí que eran de Laville. Así que viene un poco de la vida de la pintora y de un homenaje póstumo que le realizaron en el Palacio de Bellas Artes, el pasado miércoles 27 de junio.

En abril de este año, a los 94 años de edad, murió Laville, quien fuera una figura relevante de la pintura mexicana durante la segunda mitad del siglo XX. Joy Laville nació en la isla de Wight, Inglaterra, en 1923, la pintora tuvo una infancia feliz en la orilla del mar, donde dibujó y leyó con avidez. Dentro de la pintura no hizo ninguna carrera oficial, sólo tomó algunos cursos.

De 1946 a 1956 vivió en Canadá y desde 1956 se estableció en México. A partir de 1966 ha expuesto individualmente, a nivel nacional en: Guanajuato, Monterrey, Guadalajara, Villahermosa, Aguascalientes, Chihuahua, Sn. Miguel Allende, Cuernavaca y la Cdad. de México. Internacionalmente en: NY, Nuevo Orleans, Dallas, Washington, Toronto, París, Londres y Barcelona. Su obra se encuentra en diversas colecciones como: El Museo de Dallas, Tx. US, el National Museum of Women in the arts (Washington, DC), el Banco Nal. de México, El Banco de Comercio (Mex), la Esso Oil of Canada, Grupo Resistol (Mex), El Museo de Arte Moderno (Mex), El Museo de Monterrey (NL, Mex) y Aerovías de Mex. Recibió el Premio de Adquisición por el Palacio de Bellas Artes en Confrontación 66.

Joy Laville es reconocida como la primera influencia de Pintor James, pero el más importante es el de Roger Von Gunten, «No sé si ahora, ya que creo que mis fotos son hoy más de mí mismo» no es abstracta, geométrica o realista, su pintura está hecha de insinuaciones qué sindicato más nítidas siluetas y estampados están viviendo en la memoria, en sus múltiples capas y grietas, donde pasado y presente se funden en una época móvil: el espacio detrás de los intemporales, objetos fijos, y las figuras en la pintura.

Llega a México en 1956, después de haber vivido nueve años en Canadá con su hijo Trevor. Vinieron en busca de un lugar exótico y de bajo costo que se había hablado mucho de él. En San Miguel de Allende, Guanajuato vive doce años y conoce a el que será el amor de su vida, el escritor Jorge Ibargüengoitia, con quien comparte veinte años de su vida hasta que muere, cuando residen en Nueva York, Joy Laville decide volver a México.

“Los cuadros de Joy Laville no son simbólicos ni alegóricos ni realistas. Son como una ventana a un mundo misteriosamente familiar, son enigmas que no es necesario resolver, pero que es interesante percibir.

“El mundo que representa no es angustiado, ni angustioso, sino alegre, sensual, ligeramente melancólico, un poco cómico. Es el mundo interior de una artista que está en buenas relaciones con la naturaleza”, escribió Ibargüengoitia sobre su trabajo.

Parte de su trabajo se encuentra en diversas colecciones, como el Museo de Dallas, el National Museum of Women in the Arts (Washington, DC), el Banco Nacional de México, la Esso Oil of Canada y el Museo de Arte Moderno.

Trevor Rowe, hijo de la artista, en el homenaje en Bellas Artes, rememoró el día en que su madre llegó a México acompañada solamente de él, de cinco años de edad, alejándose de los remanentes de la Segunda Guerra Mundial y buscando una escuela de arte para continuar sus estudios.

“A nuestra llegada, además de nuestro equipaje, mi madre tenía una raqueta de tenis y yo un equipo de golf infantil: la caricatura perfecta de extranjeros anglosajones en un país desconocido”, recordó.

La narrativa que le ofreció el país a su madre, afirmó, «dejó de ser cómica y, en cambio, fue marcada por una trayectoria de enriquecimiento personal, emocional y artístico. México le dio la bienvenida y la oportunidad de florecer artísticamente e incorporar la belleza física del país en su obra, un tema constante. Le doy las gracias a México por haberle ofrecido a mi mamá las condiciones e inspiración que abrieron las puertas de su vida y las ventanas de su imaginación”.

En su momento, el especialista en arte y curador, Salomon Grimberg, en una participación muy emotiva que se vio interrumpida por largos sollozos, destacó las aportaciones estéticas a la cultura mexicana de la artista fallecida el pasado 13 de abril, en especial su “creación de espacios pictóricos de delicados contrastes cromáticos y gran manejo de la luz, contornos y siluetas”.

Todas las imágenes son © Joy Laville

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