Socorro Venegas reflexiona en «La memoria donde ardía» en torno a la memoria y la pérdida
La memoria ejerce cierta fuerza en nuestras vidas, un pasado que en cualquier momento se invoca para volverse presente, un tema que resulta inagotable y es la inspiración para el libro La memoria donde ardía (Páginas de Espuma, 2019), de Socorro Venegas.
Para Venegas la memoria es constante. En su novela Vestido de novia (Tusquets, 2014) estaba presente ese oleaje del pasado, aunque esto desde la pérdida, que es algo que se hace notar en esta nueva publicación, «la pérdida sería uno de los ejes del libro».
La escritora, para La memoria donde ardía, destina sus palabras en esos «espacios donde las personas se ven obligadas a cambiar, a transformarse por aquello que se ha ido de ellos. La mujer que ha perdido un marido, la mujer que da a luz y su cuerpo deja de alojar su cuerpo, los niños que se tienen que despedir de la vida porque padecen de una enfermedad terminal. Eso que los empuja a transformarse, que parece una fuerza tremenda que puede decirse es la vida, el destino, pero cuando lo enfrentamos puede convertirse en una oportunidad para encontrar belleza», explica.
Al explorar el tema de la memoria, abordamos los detonadores que la «activan», pues en varios de los cuentos existen ciertos elementos y momentos que traen los recuerdos al presente. Uno de los más representativos es el texto que da título al libro La memoria donde ardía, para éste Socorro toma como punto de partida un verso de Francisco de Quevedo, que le habla de desafiar a la muerte por su tono, la atmósfera y le gustaba la idea de recrearlo en sus propias palabras.
El libro aborda «lo que hemos sido, lo que hemos vivido, todo eso que le ha dado sentido a cada uno de nuestros actos, (donde uno) puede arder, y nosotros arder allí, pero sin consumirnos, sin destruirnos».
La escritora indica que este libro toca el tema de la pérdida, pero lo hace desde otro momento, desde un lugar donde es posible mirar atrás, que se representa en los textos en algún momento o una frase, que ofrecen la posibilidad de replantear la visión hacia el pasado, y nuestra propia percepción.
«Es lo que yo prefiero en la escritura, no desde el aullido, no desde el dolor más intenso, sino la evocación, un poco como decía Quiroga, que recomendaba no escribir desde la emoción, sino escribir desde la evocación, cuando ya ha pasado el momento más álgido, desde ese otro punto de vista. Así desde ese cuento (La memoria donde ardía) es claro, porque lo que la narrador describe es una especie de recuento de cosas que le han ocurrido, como ha respondido a distintos capítulos de su vida, eso no hubiese sucedido sino hubiese el olor, que viene casualmente por ella, así que ella sigue el aroma del combustible, que es algo que la lleva a destejer su propia historia».
El libro, en su mayoría, está poblado por voces que podríamos considerar marginales, a lo que Venegas explica que una de las apuestas más importante fue la elección de los personajes. Son mujeres que se atreven a cuestionar la maternidad, que se atreven a hablar de temas tabúes como la depresión post parto, que la escritora considera «es el secreto mejor guardado de nuestra sociedad hetero patriarcal. Están ahí esas mujeres, sus voces, desobedeciendo el mandato de ocultarse y ocultar el dolor que viene con la maternidad que viene con esa etapa vital».
Las otras voces que elige Socorro Venegas son las de los niños, algunas de las miradas que más le importaba abordar, «porque hay una riqueza enorme que el mundo adulto se pierde, esos personajes era importante visibilizar. Niños mutilados, niños que enfrentan la guerra, gente que han perdido a alguien, deudos, que ya está lejos de lo inmediato, de la pérdida inmediata».
Todo esto, le brinda la oportunidad de hacer una reflexión alrededor del duelo, situación que contraría los mandatos sociales, «pues siempre recibimos señales de que no está bien sufrir, de que el dolor es algo que debe pasar rápido y debemos combatir, hay pastillas para dejar de sentir dolor físico, para dejar de sentir el dolor del alma, (en la actualidad) hay formas para que nadie atraviese el dolor. En estas historias, lo más importante que tú ves es que vale la pena pasar por esto, ya que este tránsito vuelve a reconfigurar a los personajes, se trata de recuperar su calidad humana».
Uno de los logros más destacados de La memoria donde ardía es la manera en que logra captar una violencia sutil, una violencia que se ha normalizado, aunque en algunos cuentos es más evidente, de esto la escritora comenta que le parecía «muy importante desnudar distintos hechos cotidianos de la violencia intrínseca y normalizada que vivimos».
Uno de los cuentos que aborda todo esto es El Coloso y la Luna, que relata como una madre empuja a su hija a la calle, se trata de un personaje que no cumple con ese deber de proteger a la niña, también está, o no está, un padre alcohólico al que la niña debe buscar. «Ahí hay nociones de una violencia implícita, el padre que no es capaz de poner la seguridad la niña por encima de todo, la madre que tiene muy claro que es muy importante encontrar al esposo. En ese mundo, la niña no tiene un protector, no hay alguien que la acompañe, sin embargo, tiene que decidir, y esa es la paradoja de con quien se quedará, regresar a casa para recibir castigos o seguir en la calle para encontrarlo. Además en su imaginación concibe una vida en la calle con su padre, (la niña) piensa si sería mejor (ésa posibilidad) que estar en el hogar donde no le muestra amor su madre».
Para Socorro los niños son «criaturas capaces de soportar las peores cosas» y todos los días se ven noticias en las que son violentados, así que se trata de un sector de la población que no tiene las herramientas para defenderse y entender lo que les ocurre.
«Pero no pueden separarse de sus familiares de sus hogares, hay una necesidad de sentirse amados, pero más de amar y querer a las personas, y esa capacidad a pesar de todo es un tema literario muy poderoso, que se ha explorado muy poco, aunque mis cuentos tienen que ver mucho con eso, siento que hay mucho para ver en la mirada de los niños sobre todo el cómo comprenden lo que les sucede. El caso del cuento de los niños que están en el hospital es una historia donde los niños forman su vida con otros pequeños enfermos, que no son médicos ni enfermeras, ya que ellos son los típicos profesionales que no se vinculan con los pacientes, así que ellos se quedan solos, viven un abandono, aunque los padres los dejan, viven esta distancia, ese trato, que los aíslan, les queda gestionar su vida con otros niños enfermos, además es la exploración de esos niños con cáncer o que morirán y ellos saben», explica la escritora.
Pese al dolor, y crudo, de los temas que aborda en La memoria donde ardía, los textos de Venegas presentan cierta poesía, cierta belleza en su escritura, de la que comenta que ése género fue el primero que tenía ganas de escribir, pero fue en la narrativa donde se sentía mejor, pero no lo abandonó del todo.
«Como lectora (de poesía) me gusta leer en voz alta, sentir la cadencia, el ritmo, el peso específico del lenguaje algo que siento en este ejercicio y es algo que me gusta incluir en lo que escribo, porque es una búsqueda que realizo para encontrar el lenguaje esencial, de usar una métafora para comprender una situación, para abarcar un mundo completo, la mirada profunda de los poetas, la mirada generosa de los poetas me alimenta, por eso tan importante en lo que escribo».
Ese gusto a la poesía podría pensar su escritura tiene cierta mirada a la muerte por ésta, pero ella explica que más que con la poesía, esta situación se vincula a lo anecdótico o cosas que le han interesado explorar, algo que reflexiona con la frase de León Tolstói: «Todas las familias felices se parecen, pero las sufren cada una lo hace a su manera».
Ese sufrimiento particular es lo que nutre sus historias, ya que ninguna se parecerá. «Cada uno decide atravesar la pérdida, siempre habrá algo distinto para contar otras miradas. No se trata de hacer historias condescendientes para decirle a la gente cómo vivir no. Son historias que sí buscan explorar la profundidad del dolor humano, pero también que en las cicatrices podemos encontrar la belleza, si nos quedamos a mirar, si no saltamos por la ventana, vamos a acabar encontrar la belleza aun allí donde no la pensamos encontrar».
Algo relevante que nos enseña en sus cuentos es el peso que puede tener el pasado, además que en cualquier momento se puede convertir en presente, esto si «lo dejas entrar». Esto ocurre en El nadador infinito, en el que el personaje da la oportunidad de que ese pasado, que había asumido cancelado, se invoque.
«Ese pasado regresa en la forma en que puede y acaba alimentado el tiempo presente y ahí también están esas referencias a ciertas pinturas, que en varios cuentos hay algunas. En el primer cuento, está El perro semihundido ,de Francisco de Goya, son esas pinturas que se fijan en el tiempo, que lo han detenido como si un poco de los personajes se movieran en un escenario que no se transforma pero que los ha modelado, Todas las experiencias que has vivido que parecen rodearte, parecen fijas ahí en cómo se ha convertido en la persona que eres, capaz de las cosas que puedes hacer».