Sorprendente otoño literario de Sexto Piso

La llegada del otoño trae una peculiar colección de libros de Sexto Piso que impactarán a la comunidad de lectores que trae consigo voces de lo más variadas.

Empezamos con La mujer singular y la ciudad, de Vivian Gornick, un mapa fascinante y emotivo de los ritmos, los encuentros fortuitos y las amistades siempre cambiantes que conforman la vida en la ciudad, en este caso Nueva York –una ciudad, nos dice Gornick, que hace soportable su soledad–. Mientras pasea por las calles de Manhattan, de nuevo en compañía de su madre o sola, Gornick observa lo que ocurre a su alrededor, interactúa con extraños, busca su propio reflejo en los ojos de un desco­nocido. Y se reconoce en su amistad de más de veinte años con Leonard –un hombre que vive su propia infelicidad con sofisticación y que la ha ayudado «a comprender la misteriosa naturaleza de las relaciones humanas más que ninguna otra relación íntima que haya tenido»–, pues ambos comparten la necesidad de encontrar un agravio que combatir.

Vigoroso collage que intercala anécdotas personales, viñetas narrativas y piezas reflexivas sobre la amistad, sobre la a menudo irreprimible atracción por la soledad y sobre qué significa ser una feminista moderna –una «mujer singular»–, estas memorias son el autorretrato de una mujer que defiende con ferocidad su independencia y que ha decidido vivir hasta el final sus conflictos en lugar de sus fantasías.

También está Los caídos, de Carlos Manuel Álvarez, novela ambientada en la Cuba contemporánea, asistimos al desmoronamiento de una familia cuyos miembros, sin saber realmente cómo, han acabado convirtiéndose en adversarios que comparten el territorio del hogar.

La enfermedad de la madre, Mariana, de origen incierto y consecuencias imprevisibles, la obliga a permanecer en casa, a solas con sus recuerdos de un tiempo en que la familia se mantenía unida ante la adversidad de los «años duros». Mariana sufre ataques epilépticos y ya no es el elemento aglutinador del hogar. Diego, el hijo menor, está a punto de terminar el servicio militar, alimentando su resentimiento contra la mentira de su época, que no es otra cosa que la verdad de la época de su padre, Armando, quien, a cargo de un hotel de lujo para turistas, debe lidiar con sus inamovibles convicciones socialistas, las pequeñas corruptelas de sus empleados y el hecho de que su hija mayor, María, haya abandonado los estudios en busca de unas condiciones de vida dignas y ahora trabaje como camarera en ese mismo hotel. Las llamadas anónimas que recibe Mariana, en las que una voz chillona le canta al teléfono las dolorosas verdades de la familia, no hacen sino deteriorar su salud y subrayar el abismo que se abre entre sus integrantes.

Compuesta a cuatro voces con una naturalidad sólo al alcance de los grandes narradores, la primera novela de Carlos Manuel Álvarez se enfrenta sin concesiones al microcosmos de una familia que se revela metáfora de una sociedad en la que las promesas nunca se cumplieron y las distintas verdades se rebaten entre sí.

El nervio principal, de Daniel Saldaña París, segunda novela del autor en la que ha recreado con escalofriante exactitud la fantasmagoría de una infancia hipersensible, marcada por un evento que habrá de repetirse, distorsionado, en las volubles capas de la memoria del protagonista. Para ello se ha valido de una prosa elegante, que construye con delicadeza la mirada compasiva que el narrador le dirige a ese niño con el que ya no guarda ningún vínculo, más allá de una inquietante pulsión de simetría y el temor a descubrir la verdad de su pasado.

Un hombre de treinta y tres años lleva un largo tiempo postrado en cama, sin salir de su departamento. Desde allí intenta recomponer su vida al escribirla, atando los recuerdos en torno al nudo que marcaría para siempre su existencia: la partida de su madre, en el verano de 1994, cuando él era apenas un niño, para unirse al levantamiento zapatista que convulsionara al país. La entonces misteriosa huida se ve agravada por el hermetismo de un padre torpe, que no sabe cómo lidiar con la responsabilidad de quedarse a cargo del protagonista y su hermana adolescente, y por las erráticas pesquisas que el niño emprende para desvelar los motivos de la madre.

El abandono lo sume en un angustiante mundo paralelo: buscará, sin mucho éxito, refugiarse en la realización compulsiva de figuras de origami, o en una Cápsula de luminosidad cero en la que se encierra durante largos ratos con la intención de borrar su existencia. Finalmente, con la ayuda del Rata —delincuente juvenil en ciernes—, emprenderá un viaje iniciático más allá de los confines de la colonia Educación para conocer el rostro de la crueldad gratuita, aunque también la desinteresada amabilidad de los extraños.

La bufanda roja, de Yves Bonnefoy, es el último libro de Yves Bonnefoy, su autobiografía, su testamento literario en el sentido más estricto del término. En este volumen, Bonnefoy nos lega su infancia, la relación que estableció con sus padres, sus silencios, sus frustraciones, el nacimiento de su vocación por la poesía, su fe en la palabra poética como medio para cicatrizar las heridas que la vida nos inflige. Bonnefoy, con su prosa ligera y poderosa, nos lleva de la mano por todo el siglo XX (las dos guerras mundiales, la miseria económica y social de Europa, el nacimiento de la contracultura en Estados Unidos, las revueltas universitarias en Francia) y nos entrega su excepcional lucidez para analizarlo y entenderlo. La bufanda roja no sólo es la autobiografía de uno de los mayores escritores franceses del siglo pasado, es también un libro que nos abre una vía –la vía de la palabra poética– para que logremos reconciliarnos con el mundo y con nosotros mismos.

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