«The mule», un viaje por la diversidad de Estados Unidos
Una de las grandes tragedias de la vida es que sólo una vez recorrida, somos apreciar los detalles; una vez que llegamos a la vejez descubrimos que lo más relevante son las personas que nos rodean, algo que deja entrever The mule (2018), la más reciente película dirigida, y actuada, por Clint Eastwood.
El largometraje relata la historia de Earl Stone (Clint Eastwood), un horticultor en la cima del éxito, un hombre que se dedicó pondero las flores por encima de su familia. Un día, de la nada, todo su éxito esfuma, y la única forma que encuentra para producir dinero es convertirse en traficante de drogas, en una «mula».
Si bien el argumento de la película se basa en un hecho real, que destaca por lo sorprendente, un hombre blanco que se convierte en narco. Más allá del sensacionalismo, lo que más destaca de la película son las relaciones, que van desde lo familiar, su comunidad, hasta con los nuevos habitantes de Estados Unidos, que se han integrado a la cultura, algo que Eastwood, repite. Si en esta ocasión fueron latinos, el grupo más evidente, en el pasado eligió a los homng, Gran Torino (2008).
Para empezar hablar de las relaciones, tenemos una familia rota, Stone se encuentra separado de su esposa Mary (Diane West), mientras que es odiado por su hija Iris (Alison Eastwood), casi podría decirse que se trata de una típica familia norteamericana. La única que espera algo del horticultor es su nieta Ginny (Taissa Farmiga), por cumplir sus promesas hechas a ella es que el protagonista iniciará su travesía como narcotraficante.
El amor y culpa conducen a Earl a convertirse uno de los principales traficantes de un cártel mexicano. Esto da paso a a su vínculo con los latinos, que en el primer contacto sólo lo tratan como un viejo más, pero conforme cumple sus encargos el veterano de guerra se gana su confianza y crea una especie de amistad entre iguales, tanto así que recibe el apodo de «Tata».
La interacción con ese segmento de la población, aunque muy por debajo, muestra los beneficios del intercambio cultural, ya que con ellos ayudan a Stone a entender el funcionamiento de un celular. El director convierte a los smartphones en un chiste habitual, al repetir que estar «pegados» a los celulares es un problema usual de la generaciones más jóvenes. Otra «denuncia» o aspecto dañino de la sociedad, es el olvido de los viejos, veteranos en particular una comunidad a la que el pertenece el personaje de Eastwood, éste utiliza el dinero de las drogas para subsanar el mal y convertirse en una especie de Robin Hood.
El viaje es lo que abre a nuestro protagonista a interactuar con los más variados grupos sociales, como un grupo de motociclistas lesbianas, algunos afroamericanos, incluso aquellos poblados habitados sólo por los blancos. Se trata de un mapa poblado de gran variedad, propio de las carreteras y que se traza, no sólo con las imágenes, sino también con el soundtrack, algo que muestra cómo se funden las culturas.
Aunque muchos de los encuentros que tiene con los diferentes grupos, podrían indicar un cierto racismo, debido a las bromas y formas de expresarse de Stone, el soundtrack elegido muestra muchos ritmos latinos.
Pero The mule no sólo se trata del viaje, también es de crimen, así que aún vemos un poco de aquellos personajes forajidos de Eastwood al enfrentarse al personaje al agente de la DEA Colin Bates (Bradley Cooper). Una observación al pie, resulta curioso que la policía y agencias no sospechan de Stone, resultan ser estos los que infligen más racismo.
Todos los viajes que realiza el viejo Stone lo llevan a reencontrarse con su familia, hasta que logra «echar raíces», una metáfora con la que se juega a lo largo de la película, como si lo efímero de la fama, se dejará de lado y sólo dejar que florezca esa cercanía con sus seres queridos. Un viaje de reconciliación.